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Un viaje hacia el territorio de la anaconda celeste

Actualizado: 25 nov 2021

Carolina Daza Veloza

Antropóloga


...Y un día me entregué a la inmensidad de la madre naturaleza, la selva. Me adentré en su temporalidad, caminé intentando aprender y conocer un poco de su magia y de su infinita sabiduría, de sus seres animales, minerales, vegetales que habitan en ella. Recorrí parte de la Amazonía Colombiana, específicamente por los ríos Vaupés, Papurí y Caño Yapú en donde interactué con gentes de etnias Tukano, Bará, Karapana, Tariano. Especialmente con los hermanos menores de los Bará, los descendientes de ɄmɄa Hino, Anaconda Celeste o gente de cielo los Juna Majá conocidos como Tatuyo. Fue allí en la cachivera Ipanoré en donde la canoa anaconda que venía desde la casa del origen, desde el río de leche en un recorrido ancestral los dejó y de ahí se desplazaron a lo que hoy es su territorio. Ser mujer en principio lo sentí como un obstáculo, sin embargo con el paso del tiempo pude descubrir y aprender de la sabiduría de las abuelas como Doña Rosa, de las jóvenes y niñas; esas mujeres semilla llenas de poder, fuerza, conocimiento, fertilidad, mujeres curanderas, mujeres de luz, mujeres medicina, danzadoras y contestadoras.


Aprendí acerca de sus procesos espaciales y temporales, de la relación cosmogónica que tienen los payé o Kumú con la naturaleza. Los Yoamarả (danzadores e historiadores) también son parte fundamental dentro del orden de roles especializados; es a través de las ceremonias y de una mezcla de elementos sagrados que se establece una relación con la naturaleza, con el cosmos y con su pasado ancestral. Los instrumentos, los cantos, las plantas medicinales como la coca (Erythroxylum coca novogranatense), el tabaco (Nicotiana tabacum), yopo (Anadenanthera peregrina y colubrina), el yagé o capí (Banisteriopsis caapi), los frutos como la yuca brava, la popuña y la Yuquitania, una preparación de ají cuya elaboración presenta relación con aspectos de los roles sexuales y el momento de la fecundación al ser combinado con la sal, representando la sangre con el color rojo del ají y el semen con el color blanco de la sal, en lengua Barasana la sal es moa significa movimiento, activación, trabajo; y el ají por su parte es bia y significa renovación; estableciendo de esta manera una relación metafórica con el proceso de reproducción femenino, ají elemento de fuego. Son elementos sagrados que al momento del ritual se juntan como la representación de los cuatro elementos de la naturaleza, el fuego, el aire, la tierra y el agua, estableciendo el contacto del mundo terrenal y el mundo espiritual de la madre naturaleza.


Foto: Laura Noguera

Viven en un cosmos con un ordenamiento establecido, enmarcado dentro de conceptos análogos de espacio- tiempo y ciclos cósmicos asociados a su descendencia patrilineal y a su estructura social, con su sabiduría y poder metafísico superponen las diferentes dimensiones de espacio-tiempo, es en el momento del ritual que su maloka es un universo claro y ordenado y por medio del trance los hombres se convierten en anacondas. Conocer de los poderes que tienen los Kumú Yoamarả y en especial su relación intrínseca con los seres invisibles de la naturaleza, quienes rigen en su totalidad el orden del mundo, el equilibrio de todos los seres hijos de la madre tierra; el caminar con mis pies enraizados sobre las hojas con superficies ásperas, oler el aroma de la selva húmeda, sentir la frecuencia de los seres que habitan, oír a la naturaleza misma susurrar hace que recuerde que soy naturaleza, que soy vida, que soy una parte muy pequeña de la inmensidad universal, soy hija de la madre tierra, soy instrumento y soy ofrenda.

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